(Sebastián Squella)
En Santiago el cielo no es azul, es gris. Afuera del box, la gente con sus trajes color cemento, se pasea sin saber que adentro estamos todos. Aquí nada es color de rosa, todo es difícil, cuesta y duele, pero, se puede, “el que quiere celeste que le cueste”. Estamos todos con las manos negras, la cara roja, la mente en blanco, los ojos en el cronometro, los compañeros sudan y siguen, porque no terminar el “wod” te deja verde, mientras el coach grita: ¡pónganle color!
Diez Segundos
(Claudio Orbenes)
3:04... No más, ya no puedo seguir; hasta aquí llegué yo; igual nunca fui bueno para esto. No, ya no puedo más… El reloj sigue corriendo. “¡Vamos compadre!” me gritan “¡Queda lo último, vamos!” Los chiquillos; son buena onda, pero estoy al límite, en verdad no creo que pueda aguantar… “¡Quedan tres minutos! ¡Pónganle ganas!” es la voz del coach, ¿podré hacer la última ronda? Veo el reloj: 2:58 alcanzo, parece que alcanzo; los chiquillos ya están allá. ¡Vamos! Sí, alcanzo, las sentadillas son mi fuerte, el reloj marca 2:54, seguro alcanzo… uno, dos, ¡tres!
Diez Segundos
(Claudio Orbenes)
3:04... No más, ya no puedo seguir; hasta aquí llegué yo; igual nunca fui bueno para esto. No, ya no puedo más… El reloj sigue corriendo. “¡Vamos compadre!” me gritan “¡Queda lo último, vamos!” Los chiquillos; son buena onda, pero estoy al límite, en verdad no creo que pueda aguantar… “¡Quedan tres minutos! ¡Pónganle ganas!” es la voz del coach, ¿podré hacer la última ronda? Veo el reloj: 2:58 alcanzo, parece que alcanzo; los chiquillos ya están allá. ¡Vamos! Sí, alcanzo, las sentadillas son mi fuerte, el reloj marca 2:54, seguro alcanzo… uno, dos, ¡tres!